viernes, 23 de agosto de 2013

Yo sí me quiero ir al cielo

En estos pocos meses que llevo aprendiendo a volar en parapente, he conocido a mucha gente. Quienes llevan años siendo pilotos tienen una especie de hermandad tan envidiable como heterogénea. Literalmente hay gente de todo tipo.

"Hola, soy la mejor o la peor madre del mundo, depende de cómo lo veas."

El otro día conocí a un señor que tiene un par de años volando. También es alumno de mi tío, hicimos un par de vuelos cada quién y platicamos un poco, pero lo más notorio que encontré en él, fue que ni bebía ni fumaba, siendo que beber y fumar es básicamente la regla con el resto de nosotros. Nada como una cerveza y un tabaco después de aterrizar.

Jamás confíes en alguien que no bebe ni fuma: Seguramente tiene vicios peores.
Llegando al término del fin de semana, me enteré de que era sacerdote. Joder, jamás pensé conocer un sacerdote católico que practicara deportes extremos. Se me hizo raro, pero a la vez me agradó la diversidad. Casi de inmediato comencé a preguntarme qué buscaría él haciendo esto. Pero entonces, por supuesto, me puse a preguntarme qué carajos busco yo.

Con una composición tan heterogénea de pilotos, no es posible que todos busquemos lo mismo. Es decir, está la parte obvia: La adrenalina, la sensación de libertad. Pero siempre hay algo más. Habrá quien busque sentirse grande, por encima del mundo, con una vista de muchos kilómetros a la redonda; habrá quien, por el contrario, busque humildad, sentirse pequeño e insignificante ante la grandeza de todo lo que le rodea; habrá quien busque reflexionar sobre sus cosas, o quien sólo lo haga por presumir que es "bien extremo"; habrá quien busque vivir, y habrá quien, tal vez subconscientemente, esté buscando morir. Cada quién tiene su motivo, aunque dudo que todos conozcamos el nuestro. Cuestionamos todo el tiempo las acciones de otros, pero cuestionar tus propias acciones es algo muy poco común.

¿Por qué hacemos las cosas que hacemos? ¿Alguien alguna vez te has detenido a pensarlo? ¿Te gusta todo lo que haces? ¿Realmente todo? ¿Te gusta ir diario a trabajar? ¿Te gusta levantarte de madrugada, a punta de berridos de bebé? ¿Te gusta pasar horas en las redes sociales viendo noticias de tus contactos que no son ni interesantes, ni graciosas, ni relevantes? ¿Te gusta embriagarte al grado de no saber de tí? ¿Te gusta estar con quien estás, o en todo caso, no estar con nadie? ¿Te gusta todo de tu religión? ¿Te gusta comer en McDonald's? No, ya, ¿en serio, McDonald's?

Si la respuesta es "no", ¿entonces por qué lo haces? ¿Necesidad? ¿Inercia social? ¿Le gusta a alguien cercano a tí? ¿Estupidez? ¿No tienes idea?

El punto es, comencé cuestionando a otros, para terminar cuestionándome a mí. Que si me preguntan, es mucho más sano.

"¿Qué carajos hago aquí adentro?"
Yo (creo que) vuelo porque pienso que vivir con miedo es lo peor que existe. Todo mundo tiene miedo, todo el tiempo. Miedo a morir, a quedarse sin empleo, a tener experiencias nuevas,  a ser víctima de la inseguridad pública... Vamos, hay quien vive con miedo a ser libre. Y bueno, si uno supera el (completamente natural, debo decirlo) miedo a correr a toda velocidad hacia el borde de un acantilado, creo que perfectamente pueden superarse muchos miedos absurdos y socialmente inducidos de la vida diaria.

Aunque aún no supero el miedo a ser acosado por algo así.
¿Temerle a la muerte? Nunca lo he hecho; de niño, porque a como me decían que era el cielo, parecía ser la pura buena onda. Ya de grande, que no creo en cuentos chinos (o hebreos, en este caso), temerle a la muerte me parece igual de absurdo que temerle a respirar.

A lo mejor este sacerdote lo que busca es una probadita de cielo antes de irse con su creador. No lo sé, no es asunto mío, pero me puso a pensar, y pensar siempre es bueno. Casi siempre. Cuando estás intentando entender a las mujeres, no.

Y de entrada, a mí también me agrada irme al cielo de vez en cuando.