jueves, 13 de junio de 2013

Pero quería saber qué sienten los pájaros

Llevo algún tiempo tomando lecciones de vuelo. No, no estoy leyendo novelas de superación personal barata; aprendo a volar en parapente, aprovechando que tengo familiares mentalmente alterados que gustan de aventarse al vacío.

Al carajo con la gravedad, yo traigo el gen de la imprudencia por el lado materno.
Hace unos días, por fin pude volar yo solo. Fue horrible. Es decir, estaba ansioso por hacerlo y me estuve preparando por semanas, pero supongo que así es la primera vez para algunos. Simplemente no es natural correr hacia el borde de un precipicio y saltar. Supongo que aún debo acostumbrarme.

O tener más fe, como Indiana Jones.
Había volado antes en tándem. Yendo de pasajero, sólo te dedicas a disfrutar de la experiencia y a confiar en que el piloto sabe lo que hace; pero tener el control es algo completamente diferente. Ahora lo sé. Es como cuando manejas un auto por primera vez, volteando cada dos segundos a ver los pedales y la palanca de velocidades para asegurarte de que no estás haciendo alguna estupidez.

Lección 2: La 'R' no significa 'rápido'.
De verdad creí que disfrutaría de mi primer vuelo solo. Hice un despegue perfecto, pero en el momento en que dejé de sentir suelo bajo mis pies, sentí pánico. "Por mil demonios, ¿qué carajos estás haciendo, maldito imbécil?", me decía a mí mismo, mientras veía el suelo muy cerca, como para estrellarme sin remedio, y al mismo tiempo muy lejos, como para hacerme añicos por la caída. Respiraba agitadamente y estaba tenso, paralizado, sin atreverme a jalar las cuerdas de mando. Afortunadamente iba en ayunas.

"¿Volar? Nah, la clave para verdaderamente sentirte como ave es cagarte desde aquí arriba, hermano."
Mi instructor (y tío) me daba instrucciones por radio, y comencé a tomar confianza dirigiendo ese utensilio volador de Satanás ladeando el cuerpo. Al aproximarme a la zona de aterrizaje, tuve unos cuantos minutos en los que sí disfruté del panorama, contemplé a los autos transitando por una carretera cercana y pensé, "pobres diablos". Pero entonces tuve que empezar a pensar en el aterrizaje, y el pobre diablo fui yo, porque me olvidé de todas las instrucciones e hice todo al revés: Aterricé en la dirección del viento y no en contra, no me salí del arnés y aterricé de nalgas. Pero salí ileso, y de paso le demostré a mi organismo terrestre que no hay problema y que puede empezar a guardarse esas malditas reacciones de pánico.

Después del vuelo, mientras yo sonreía inevitable y estúpidamente, un buen amigo me dijo que le habría gustado mantener un registro de todos sus vuelos, la fecha, la experiencia, el aprendizaje, los pensamientos y sensaciones. "Con el tiempo llegas a volar tantas veces, que hay vuelos que se te olvidan." Así que heme aquí.

Como vuelo, fue insignificante, tan sólo una caída de unos cuantos minutos. Me falta mucho por aprender: Maniobras, corrientes de aire, tipos de nubes, alguna buena marca de pastillas para los nervios, y otras cosas que en este momento ni sé que debo saber. Pero éste siempre será mi primer vuelo, y eso lo hace especial. Ahora sólo queda esperar que esto sea como el sexo y cada vez lo disfrute más.