lunes, 10 de enero de 2011

Selección natural, eres historia

Trabajo para una compañía transnacional, de ésas en las que eres un número en el sistema y te sientas en un cubículo genérico, idéntico a uno que está en China, Malasia o Brasil. Vienes tus ocho horas de lunes a viernes, haces tu trabajo pensando que es terriblemente importante, y al final de la quincena te depositan el dinero que hace que te lo creas. Como no eres gerente, ese dinero no te alcanza para comprar un BMW, así que los fines de semana usas buena parte de él para beber y olvidar por un par de días a qué te dedicas.

Me gusta pensar que mi trabajo es difícil y retador, y que no cualquier idiota podría hacerlo. Tal vez sea cierto, tal vez no. Lo que sí es un hecho, es que esto está lleno de gente sin pizca de sentido común, que tiene bien aprendido su trabajo y por ello puede cumplir con él más o menos sin problemas, pero que en realidad están imbéciles. Y cuando trabajas en una transnacional, puedes darte cuenta de que se trata de un fenómeno mundial.

En casi todas las corporaciones es igual: Se sostienen gracias al trabajo de gente que, en su mayoría, está tarada. De repente hacen estupideces, sí. De vez en cuando causan pérdidas, sí... pero a fin de cuentas, la mayor parte del tiempo cumplen con su trabajo, y como ni siquiera se les paga tanto, sigue siendo un buen negocio para la empresa.

Y así como estas personas pueden ser fácilmente entrenadas para hacer su trabajo aceptablemente sin dejar de estar taradas, de igual forma pueden ser entrenadas para vivir vidas prefabricadas: Ve a la escuela; consigue un trabajo para el que la escuela te preparó; encuentra pareja y cásate; mira mucha televisión; cómprate una casa y un auto, endeudándote de por vida; ten hijos; espera a que crezcan y trata de morir con la mayor dignidad posible, de preferencia con un funeral caro, para que nadie ponga tu dignidad en tela de juicio. Todo esto sin haber aprendido jamás a pensar, sin haber cuestionado cómo vivían o en qué creían, y muy probablemente sin haber leído un buen libro. Todo esto, claro, si naces con la suerte de no tener que preocuparte por qué comerás al día siguiente.

De esta manera, el ser más evolucionado del planeta es capaz de sobrevivir sin tener aptitudes para hacerlo. La inteligencia, nuestro rasgo más característico y lo que nos hace amos del planeta, está dejando de ser necesario para sobrevivir, y por tanto, utilizado. Apuesto a que nuestro cerebro no tardará en comenzar a disminuir de tamaño, e incluso tal vez hasta nos crezca un sexto dedo, para poder presionar mejor los botones del control remoto. Selección natural, te hemos superado.